Poesía II

En la madrugada del 18 al 19 de agosto de 1936 fue asesinado Federico García Lorca. Ni siquiera se sabe donde lo enterraron. En cambio, el responsable de su asesinato, hasta hace poco, estaba enterrado en el bendito suelo de la Basílica de la Macarena (Sevilla).

Federico, ni para ti ni para nosotros llegó el reino de la espiga.

*****

A continuación hago una paráfrasis con sus versos de Poeta en Nueva York, sobre todo con los de la Oda a Walt Whitman.

Lorca en el recuerdo [es]

Perduraron aires fuertes, y vendavales,

hubo noches hondas, y abismales,

pero tú no duermes en un arco de flores;

lo haces aterido en una fosa de espanto.

No quisiste, no te dejaron ser nube,

y la luna no se ocultó y fue cómplice.

Todos los niños son relucientes blancos

que recogen el fruto de las espigas ajenas.

El gemido de las parturientas es grito estéril.

No lloran por el dolor del parto,

lloran porque sus frutos no traen un rayo de sol,

sino la paz desnuda y obscena de los cementerios.

Los bosques se llenan de palomas de ceniza

y los hombres coleccionan pájaros decapitados.

El dolor, tu dolor, nos mantiene vivos,

y a duras penas nos encorvamos por el peso.

Algún día llegará el reino de la espiga

y tu calavera cegará todos los ojos inocentes,

la encontrará un tembloroso campesino

con la azada con la que siembra espigas de oro.

Por fin, la paz del estero [es]

La vida me trajo una sinfonía sin acordes,

un latir desequilibrado a última hora

y, consciente, cambié la noche por el día,

y fui capaz de descifrarme yo solo,

ignorando todos los ecos lejanos

cuando los vientos del atardecer

se adueñaron de las palabras no dichas.

Ahora, ya ves, los silencios son solo míos

y varan exhaustos en la mansedumbre del estero.

Bo Nadal [ga]

Nas soidades dos neboeiros

mestos e anguriosos

das noites urbanas

choran ollos sen bágoas

perdidos e descorados.

Choran a súa miseria

de viaxes de idas sen vindas,

de impotencia que rabuña

o escaso sentido,

da coitelada que peteira o seu costado

e fura no seu cerebro.

O cabalo galopa dentro da vea.

 Na cidade apagada,

un gris escuro e de chumbo

viste a pantasma onírica e lisérxica

co vestido da indiferenza

e deixa núa e vergoñenta

a alma dos hipócritas e fariseos

e os sepulcros branqueados.

 Latexa sen ritmo,

sen compás e case sen son

a cidade.

Latexa feble e imperceptíbel

para non espertar as conciencias

e acubilla sen noxo

os silencios pechados,

inquietantes,

inmisericordiosos,

cómplices dunha aburada  éxtase

de podremia que consume

o máis orgánico e humano

dos pobres desleixados.

E os seus pensamentos xiran

sen fin nin obxecto,

cisman, teiman inutilmente,

coma as avelaíñas cincentas

da noite insolidaria;

voan arredor

deste luar tristeiro,

deste túmulo presentido,

da mortalla,

                        do sudario.

Non hai po de anxo para  viaxar.

É a morte oufana

quen viaxa ao lombo

dun cabalo branco de neve.

++++++

Ya solo le queda a la noche [es]

Ya solo le queda a la noche

unos acordes de campaniles.

Un cuadro de plata y azabache

en la ciudad dormida

con sus puntitos amarillos

de luz cansada y mortecina.

Perfume de mirto,

misterios y secretos.

Un canto de fuente

y unos jardines oscuros.

Por ahí anduvo tu cuerpo pequeño

y tu melodía en un andar de vaivén.

Escondidos y predilectos rincones,

farolas sin luz y ramas desnudas

goteando sobre el cemento gris

en un llanto pausado

mientras nuestros besos destilaban

el licor amoroso jamás bebido.

++++++

Colores de incerteza [es]

La tarde se tiñó muy pronto 

de colores de incerteza 

y compartimos ayes quebrados,

vengadores de nuestros infortunios. 

Los nuevos paisajes brillaron 

encima de arcanos viajes 

y cambiaron la ceniza de noviembre 

por el incendio de agosto 

en aquellos ponientes lejanos 

de solitaria sangre cuajada. 

Los días enzarzados 

y poblados de erizos 

apenas fueron polvo 

en un trémulo devenir, 

en el ocaso de las horas. 

Y volvimos a pintar el lienzo 

con nuevas estratagemas 

desplegando un nuevo catálogo 

que obligó a empardecer 

las luces chillonas de la ciudad. 

Queríamos tocar el cielo 

y las horas disminuyeron tanto 

que las auroras cabalgaban 

sobre las noches 

y los cristales del cielo de la mañana 

firmaron secretas alianzas 

con los neones que herían 

la oscuridad de los cielos. 

Gocemos sin freno y sin demora 

antes de que nuestros cuerpos ofrendados 

sean el sacrificio a las hordas caníbales 

y todos caminemos en procesión 

con los pies renegridos y ensangrentados 

entre las zarzas, las piedras y los cardos 

sin ni siquiera un secreto bajo el brazo. 

++++++

8 de febrero de 1937 [es]

Llegó el toro negro de la noche

con sus astas e insidia de fuego

y nos cogió en un tortuoso camino

al que solo le vimos la espalda.

A todos nos abatían las orcas asesinas

y los buitres nos sobrevolaban

buscando la carroña de mil raleas

mientras las rocas se deshacían

sobre almas a las que devoraron el cuerpo.

Miedo y sangre en las cañaduces,

ofrendas de rojo y esqueletos,

huyendo entre el desamparo,

peor que el frío y el hambre.

Ninguna voz fue sustento,

ninguna manta dio calor.

Cada uno cargaba con su miedo,

con su hatillo de pájaros degollados

respirando aire de ceniza.

No era un camino aquello.

Era la cicatriz de una orografía

donde cayeron muchos

entre el pulso a borbotones,

entre la sangre en las cunetas.

El peso de todos los universos cenitales

cayendo sobre nosotros,

terraplenes y abismos,

tumbas de ocasión y la gente luchando

por meterse viva en los sepulcros.

Ocho de febrero de mil novecientos treinta y

siete,

esperando la muerte como liberación.

Igual nos daban playas que desfiladeros.

¡Qué importa dónde vivir el horror!

Nuestras corazas quedaron hendidas.

No hay remedio para el gemido

ni anestesia para el dolor.

Un hombre pende de un algarrobo,

tenía vértigo, miedo al abismo.

No quería perder el equilibrio

o ser prisionero de los dientes del lobo.

¿Cuánto tarda un cuerpo en ser consciente

del rugido de su vientre vacío?

¿Cuánto se tarda en ser consciente

de que te habita la nada?

El tiempo pasaba apenas movido

por un blando reloj de arena

en aquel camino de alpargatas

y despertamos con el canto de las horas

extenuados por el fuego enemigo,

claudicando sin alma y la piel renegrida.

En honor de los que corrieron en La Desbandá.

Javier Martín Betanzos © 

(Ilustración de M. J. Cumbreras  ©)

++++++

La luna sin pantalones (Memoria de asesinatos impunes) [es]

La luna sin pantalones nos mira,

con su impúdica y pálida mirada

avaricia ríos de sangre, huesos  y miedo.

Serpentea el camino por el acantilado,

el mar lame las rocas desnudas

y penetra en las calas casi vírgenes.

Nos llueve el fuego y quema nuestros iris

hasta que caemos en la escombrera

al son del trueno, a la luz del relámpago.

No te invitamos a este, que ahora es tu festín,

y siegas con tu guadaña esperanzados sueños,

almas quebradas, porque ahora llega la partida.

Acomodamos el dolor en nuestro pecho

de caminante con alpargatas en la noche,

de un asustado animalillo durante el día.

¡Vístete! ¡Vete! ¡No seas obscena!

Porque es mucho el horror que propicias

y bate en las sienes de nuestras almas,

aquellas que fueron inquietas y ahora torturadas,

aquellas que amaban la tierra y al hombre.

Sangran los testigos mudos, víctimas del futuro,

en estos campos donde no se libran batallas, 

donde todo ya está escrito con tinta roja

y donde se respira ceniza y hay regusto a hiel.

¿Qué haremos ahora que el mal ha brotado?

¿Qué haremos ahora los no muertos sin vida?

Luna, no seas obscena. ¡Tápate!

Los vientos negros nos traen,

los vientos negros nos llevan

bajo tu mirada torcida e indolente, 

bajo tu abominable inclinación pendenciera.

El orgullo inmutable de la piedra, 

la brisa acre y salina del mar,

la sed insaciable de la tierra,

nos acogerán para siempre y vendrá la quietud,

la inexorable partida de estas ruinas andantes.

Luna sin pantalones: 

                                            ¡Te aborrezco! 

Javier Martín Betanzos ©

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Luna llena en la noche negra [es]

El libro de mi vida no tiene capítulos,

es un lío de hojas desgajadas,

es una fila de letras al pairo,

un regurgitar extemporáneo y extraño

de todo un abecedario a la deriva.

Nada más persuasivo que echar fuera

palabras nunca dichas y por ordenar,

enredos de frases mal hechas,

un botín de guerra de mi lucha,

de la batalla entre mis propias entrañas,

despojos con falta de lucidez 

que son excretados adrede, con rabia.

Es una insidia desesperada,

una bilis echada con deseo,

la revelación odiosa y acre

que nadie espera porque es ajena.

Es la última letanía que sale de mí,

de mi garganta corroída por el ácido,

por haber bebido todos los licores

que pretendían endulzar la indiferencia

con que distinguiste mis desvelos

al frío de la gélida intemperie,

donde mis sentimientos abotargados

jamás redimieron la culpa de mi conducta.

Desde entonces fui un peregrino perdido

que nunca logró encontrar su santuario

hasta que el óvalo perfecto de tu cara

fue la luna llena en la noche más negra.

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Mocidade a contratempo [ga]

Árbores nocturnas

agochan gromos

están tralas luces

de boreais desexos

hoxe cinzas aventadas

nos prolongados silencios

na ausencia de latidos

dun corazón estoupado

nun infarto final

de mocidade a contratempo. 

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Llévame de la mano, Astarté [es]

Llévame de la mano, Astarté,

preséntame a Dagón

y me arrodillaré humilde

para que mi rostro apagado

y la amarillez del tiempo

brillen en la sombra muda

de todos los atardeceres,

hasta los de los siglos dormidos,

entre la paciencia infinita,

entre la rutina de las mareas

y el silbo monótono del tiempo.

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In memoriam [ga]

A I.B.(apaixonadamente).

Pasaches pola vida sen facer ruído,

nun suave bulir de bolboreta.

O teu leve peregrinar foi extenso e duro

na opaca existencia das cousas e do mundo.

O po das túas ás perfilou para sempre

o contorno esvaecido da miña vida enteira.

Ferida pola túa ausencia

a fariña do tempo cubrirá mofenta

un xardín descoidado

e un reloxo brando e desgobernado

marcará un tempo insomne e espeso,

que se exiliará tralo pórtico

onde deliran as luces e as sombras.

Os gromos e as verdes promesas

só anunciarán grises verbenas

tralas lúas de cinza

e defuntos atardeceres.

Para min, mutilado e orfo,

a túa voz perdida

será o peteirar dun xílgaro

tralo duro cristal.

Pantomima [es]

Lo agudo del tiempo
marca unas horas hirientes
con un tic tac funámbulo
y con mis manos de prestidigitador
trampeo con las agujas.

Es como el sino
que escribe en la arena
historias y temores
que el vaivén loco
de las olas y las mareas
escribe y reescribe.

Es como un juego aceptado,
una pantomima pactada,
un remedio para obviar
el maremoto que derriba las dunas,
que se lleva la arena de otras batallas,
el botín de otros saqueos.

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Solo quiero cosas inciertas [es]

La verdad no tiene aristas,

es tenaz y obtusa.

Es cautiva de sí misma,

es un desierto paisaje,

una escueta idea

que viste un hábito sin dobleces.

¡Quién me diera la deslealtad

de las mentiras contumaces!

La vacuidad de un cesto vacío

es mi anhelo más apetecido.

No quiero que me persiga la verdad

por muy verdad que sea.

¡Qué incomodidad saberse dueño

de verdades indiscutibles!

No quiero ninguna meta,

prefiero la incertidumbre del camino.

No quiero el almíbar de ninguna religión,

adoro refocilarme en ser lo que pienso

en lo cotidiano, en lo imprevisible,

y en todo lo que es insano.

No ansío ninguna fe, moral o metafísica

y prefiero los andrajos de las dudas,

la libertad de las incertidumbres.

No quiero la careta de ninguna verdad,

aunque sea muy pura.

Así soy feliz, me invade el sosiego.

Si fumara, aspiraría con gusto un cigarrillo.

El día es nítido, demasiado

para vivirlo sin pensarlo,

para despojarlo de todo,

que solo quede su existencia.

La forma y los colores

hacen las cosas distintas,

pero poco.

¿Es acaso una rosa blanca

distinta de una amarilla?

¿Es más bonito el rojo o el azul?

¿No os dais cuenta que eso es la religión?

De nada vale que yo te regale rosas blancas

si te gustan más las amarillas.

¿No te das cuenta que mi intención

solo habitaba en las rosas?

Los girasoles siempre siguen al sol

porque es ahí donde está su intención.

Si pasa una nube no se girarán

porque saben cuál es su sino.

Quiero vivir sin desear formas o colores,

sin saber esto o aquello,

solo quiero cosas inciertas, por definir;

pero con destino:

No me da igual ser barco que mar.

Lo que no me importa es que este sea verde o azul.

© Javier Martín Betanzos

Son horas [ga]

Son horas

***

Son horas de sedas,

de contornos indescifrábeis,

da sede do dormitorio.

Son horas de ollos e mans.

Son horas de peitos trementes

de conos afiados,

de esvarar polas túas coxas.

Son horas de órganos cómplices

do teu cáliz aberto.

***

© Javier Martín Betanzos

Espasmo [ga]

I

Dedos mollados e melosos

que tocou o orballo da túa flor

debaixo do teu fértil ventre,

fricción vermella no medio do espasmo.

II

Os teus peitos no incendio

dispararon frechas feridoras

nos meus ollos abraiados

e os meus beizos queimados

depositaron bicos demorados

calmando o ardor xamais soñado.

III

O teu peito de inesgotables fontes,

saciaron a miña sede

moito antes de que a túa  candidez

se mostrase plena

cando eu só me atrevía

a soñar ao abeiro

dun pregado da túa saia.

© Javier Martín Betanzos

***

Un océano de peixes esvaradíos [ga]

Un fío de sangue sostén a vida necesaria

e os ríos de lágrimas non son suficientes

para mergullar nun océano infindo

os laios e queixumes inútiles.

Un océano para que navegue

a incorpórea presenza das loitas quixotescas

e os soños e entresoños sen cadeas.

Un océano de peixes esvaradíos

afundidos no definitivo naufraxio

ou como xoguetes da escuma calada e moribunda.

Un océano que me leve a outra beira,

fóra das redes desta urda traizoeira

dun mundo ao que son alleo con aleivosía.

Quero estar na outra beira, no último ocaso.

© Javier Martín Betanzos

Agosto, mes de los muertos (para quien quiera entender)

Agosto es un mes de muertos acallados

en las tierras que habitaron fantasmas

bajo la luz cómplice y adúltera de la luna.

Suena un canto a la vera de los caminos,

en el silencio de las flores calcinadas

destinadas a serles robadas a los muertos.

Muertos sin voces, de calaveras de cristal,

de pasajes y paseos traicioneros,

de montes y barrancos, ahora fértiles.

En A Caeira, en Víznar y en Pico Reja

los nobles esqueletos embalados para siempre

sorprendidos al cruzar el umbral de sus casas.

Harapientos pies secos, ceniza de madrugada.

Polvo de siglos, agua huérfana y pingajosa.

Alfileres plateados en la sangre húmeda de la fosa.

© Javier Martín Betanzos