La casa de los espíritus [es]
La casa de los espíritus es la primera novela de Isabel Allende. Narra la historia de la familia Trueba durante cuatro generaciones y la evolución de Chile, aunque la autora no nombra expresamente al país. Alguien ha comparado, muy gratuitamente, esta obra con Cien años de soledad. Otros, sin embargo, creen que no hay ningún motivo y, además, su calidad está muy lejos de la novela de García Márquez. Quizás sea una historia de mujeres en un sistema patriarcal con un protagonista machista y despótico. Es una obra que, claramente, podemos incluir en el realismo mágico con tintes autobiográficos y contextualizada en un Chile convulso políticamente.
Los dos grandes protagonistas son Esteban y su nieta Alba Trueba. La autora incluye un narrador omnisciente, testigo de los acontecimientos. Estos hacen referencia al amor, la familia, la muerte, los fantasmas, las clases sociales, la revolución, la política, los ideales, el despotismo, el machismo, la violencia, violaciones y lo mágico y sorprendente.
Esteban Trueba sufre el desengaño del amor de su vida y se dedica a construir un imperio que empieza a tambalearse con el paso del tiempo y un contexto social convulso. Finalmente, la decadencia personal del patriarca arrastrará a los Trueba hacia la desintegración. Inmersos en unas relaciones familiares dramáticas, los personajes de esta novela son víctimas de las tensiones sociales y espirituales de la época que abarca gran parte del siglo XX, aunque Trueba nace a finales del XIX.
La vida de Esteban se entrecruza con las experiencias y relatos de los personajes femeninos de Nívea, Clara, Blanca y Alba. Isabel Allende realiza a través de ellas una dura crítica al modelo patriarcal y al machismo.
La novela tuvo una excelente recepción desde el momento de su publicación, siendo traducida a más de treinta idiomas. Algunos críticos consideran que la técnica narrativa, el argumento y el simbolismo de esta obra es una reescritura de la novela Cien años de soledad.
Clara Del Valle. hermana Rosa, primer amor de Esteban. Predijo que se casaría con Esteban Trueba sin antes haber hablado nunca con él. Tenía dotes de clarividente, vivía anotando todo en sus cuadernos de vida. Fue madre de, Blanca, Jaime y Nicolás y abuela de Alba (hija de Blanca). Después de tener una pelea con Esteban y que este la golpeara, decide no volver a hablarle nunca más.
Esteban Trueba. Trabajó en las minas hasta ganar una gran fortuna que le sirviera para contraer matrimonio con Rosa. Su vida cambió de rumbo cuando Rosa fue accidentalmente envenenada. Se dedicó a restaurar la abandonada hacienda de su familia Las Tres Marías. Allí violó a varias campesinas con las que tuvo varios hijos. Persona iracunda solo se muestra cariñoso con Alba.
Blanca Trueba del Valle. Es hija de Clara del Valle y Esteban Trueba. Se enamora de Pedro Tercero, activista comunista. Queda embarazada y Esteban la obliga a casarse con el Conde Satigny, pero sigue manteniendo relaciones con Pedro Tercero.
Alba Satigny Trueba. Alba es la hija de Blanca y Pedro Tercero. Su abuela Clara afirmó que estaba bendecida por las estrellas por lo que no tenía que ir a la escuela. Leía el periódico y los tratados de medicina de su tío Jaime a los cinco años. Tenía el pelo verde como Rosa y de niña fue mimada por gran parte de la familia.
Fragmento:
A Pancha García le crecieron los senos y se le redondearon las caderas. A Esteban Trueba le mejoró por un tiempo el mal humor y comenzó a interesarse en sus inquilinos. Los visitó en sus ranchos de miseria. Descubrió en la penumbra de uno de ellos un cajón relleno con papel de periódico donde compartían el sueño un niño de pecho y una perra recién parida. En otro, vio a una anciana que estaba muriéndose desde hacía cuatro años y tenía los huesos asomados por las llagas de la espalda. En un patio conoció a un adolescente idiota, babeando, con una soga al cuello, atado a un poste, hablando cosas de otros mundos, desnudo y con un sexo de mulo que refregaba incansablemente contra el suelo. Se dio cuenta, por primera vez, que el peor abandono —no era el de las tierras y los animales, sino de los habitantes de Las Tres Marías, que habían vivido en el desamparo desde la época en que su padre se jugó la dote y la herencia de su madre. Decidió que era tiempo de llevar un poco de civilización a ese rincón perdido entre la cordillera y el mar.
En Las Tres Marías comenzó una fiebre de actividad que sacudió la modorra. Esteban Trueba puso a trabajar a los campesinos como nunca lo habían hecho. Cada hombre, mujer, anciano y niño que pudiera tenerse en sus dos piernas, fue empleado por el patrón, ansioso por recuperar en pocos meses los años de abandono. Hizo construir un granero y despensas para guardar alimentos para el invierno, hizo salar la carne de caballo y ahumar la de cerdo y puso a las mujeres a hacer dulces y conservas de frutas.

El guardián entre el centeno [es]
The catcher in the rye, titulada en español, algunos creen que erróneamente, El guardián entre el centeno, es una novela de J. D. Salinger publicada en 1951. Desde entonces se considera un clásico. En aquella época se consideró una provocación por retratar sin pudor los problemas de la adolescencia y de la sexualidad, también por su lenguaje inusual. El mismo Salinger se aisló totalmente los últimos años de su vida.
El protagonista es el adolescente Holden Caulfield y la narración es en primera persona. Es un personaje conflictivo, sobre todo cínico y narcisista, rasgos que, paradójicamente, él desprecia. Es expulsado de la residencia estudiantil donde vive y comienza un viaje en el que frecuentará bares y hoteles mientras conoce a un gran número de personajes, muchos de ellos ilustran los aspectos de la sociedad norteamericana más odiados por el protagonista. Entre estos personajes hay una prostituta contratada por el protagonista, pero con la que no tiene relaciones y provoca una pelea a causa del pago de los servicios. Caulfield es el segundo de cuatro hijos. Tiene dos hermanos: D. B. y Allie, este ya había muerto dos años antes del momento en que se narra la novela, y una hermana, Phoebe. Sus padres no son objeto de la narración de Salinger, lo único que se menciona es que Holden tiene una mala relación con ellos.
Nacido en una familia bien, Caulfield mira el mundo desde el punto de vista de superioridad. Cuestiona el valor de las clases y de la sociedad en general y, a veces, parece oponerse a los convencionalismos solo por el hecho de oponerse, donde encuentra satisfacción. Es un ser desarraigado y prototipo del rebelde.
En el último capítulo de la novela, Holden cuenta que estuvo enfermo y que se encuentra internado en una institución.
La relación de esta novela con psicópatas y asesinos famosos ha dado bastante que hablar. El guardián entre el centeno ha sido un libro asociado con varios asesinatos famosos a lo largo de los años. Su protagonista, Holden Caulfield, ha calado entre individuos con dificultades para adaptarse a la sociedad, lo que ha llevado a que algunos asesinos encuentren una conexión con el personaje. Uno de los casos más destacados es el de Mark David Chapman, quien asesinó al ex-Beatle John Lennon en 1980. Chapman tenía una obsesión con El guardián entre el centeno, que llevaba consigo el día del asesinato. Muy recientemente, Luigi Mangione ha confesado admiración por el libro. Su lectura reflejaba la búsqueda para comprender su propio aislamiento y su desconexión emocional del mundo. Recordemos que Mangione fue arrestado y procesado en 2024 por el Tribunal Supremo de Nueva York por la muerte de Brian Thompson, director ejecutivo de United Healthcare (empresa estadounidense de seguros de salud). Muchos usuarios de las redes sociales compartieron su desprecio por el asesinado.
El guardián entre el centeno no solo se considera un clásico de la literatura estadounidense, sino que también ha sido objeto de análisis en relación con actos de violencia y la psicología de personas violentas. La asociación de la novela con varios asesinatos resalta la complejidad de las influencias literarias y sus posibles repercusiones en la vida de personajes asociales y proclives a actos violentos. ¿Es El guardián entre el centeno una novela maldita?
Fragmento:
“—¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir?
—¿Qué?
—¿Te acuerdas de esa canción que dice, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el centeno…»? Me gustaría…
—Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno» —dijo Phoebe—. Y es un poema. Un poema de Robert Burns.
—Ya sé que es un poema de Robert Burns.
Tenía razón. Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno», pero entonces no lo sabía.
—Creí que era, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo» —le dije—, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él.
En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.
Phoebe se quedó callada mucho tiempo. Luego, cuando al fin habló, sólo dijo:
—Papá va a matarte.
—Por mí que lo haga —le dije. Me levanté de la cama porque quería llamar al que había sido profesor mío de literatura en Elkton Hills, el señor Antolini. Ahora vivía en Nueva York. Había dejado el colegio para ir a enseñar a la Universidad—. Tengo que hacer una llamada —le dije a Phoebe—. Enseguida vuelvo. No te duermas.
No quería que se durmiera mientras yo estaba en el salón. Sabía que no lo haría, pero aun así se lo dije para asegurarme. Mientras iba hacia la puerta, Phoebe me llamó:
—¡Holden!
Me volví. Se había sentado en la cama. Estaba guapísima.
—Una amiga mía, Phillis Margulis, me ha enseñado a eructar —dijo—. Escucha.
Escuché y oí algo, pero nada espectacular.
—Lo haces muy bien —le dije, y luego me fui al salón a llamar al señor Antolini”.

A Esmorga. Eduardo Blanco Amor [ga]
A Esmorga é, quizais, a obra da narrativa galega máis representativa da floración da posguerra e que sufriu a censura franquista. Podemos adscribila ao postremendismo e foi escrita por Eduardo Blanco Amor, publicada en Bos Aires en 1959 e en Galicia en 1970, cando o permitiu a censura do momento, que segundo o ditame de Miguel Piernavieja del Pozo, militante da Falange, tiña un lenguaje soez que impedía a súa publicación. Non só é este o único problema, senón o mal parada que saía a Garda Civil retratada polo autor nas súas accións violentas sobre o personaxe protagonista. Hai unha ambigüidade sobre a causa e autoría da morte do protagonista no que a Garda Civil non queda exenta totalmente de causalidade.
É unha realidade descrita algo hiperbolicamente e ten esa inquietude no seu relato de que algo malo vai acontecer inminentemente. Os feitos que se narran suceden en Auria, transposición de Ourense, bastantes anos antes de seren narrados.
Os personaxes son máis canallas que populares. Hai quen di que nin a novela nin os personaxes son populares, senón infames e están creados en contra do intelectualismo. Estes son: Cibrán o Castizo, Xanciño o Bocas, e Aladio o Milhomes. Os tres teñen os seus nomes correspondentes castelanizados: Cipriano Canedo, traballador das obras das estradas; Juan Fariña, sen oficio coñecido e Eladio Vilarchao, xastre.
Podemos considerar tres tempos. O tempo da historia comprende unhas vinte e catro horas, dende antes do amencer dun luns ata o amencer do día seguinte. O tempo narrativo en que Cibrán conta o seu relato ante o xuiz. O tempo no que se escriben os feitos no que o autor transmite a obra.
O lugar onde transcorre é unha sucesión de tabernas, prostíbulos e lugares urbanos. Na novela abórdase por primeira vez na narrativa galega a homosexualidade. O personaxe Aladio o Milhomes é caracterizado por Cibrán o Castizo como afeminado. Aquel sente celos do Xan o Bocas cando este vai con prostitutas, o que non impide que sefagan entre eles xogos de tocamentos e se belisquen.
A Esmorga, nun reducido espazo de tempo celebra un culto orxiástico e báquico frecuentando tabernas e bordeis ata que esa luz do abrente, contrapunto tenebrista e caravaggiano, fai espertar a realidade da traxedia.
Fragmentos:
—Si, señor. ¿Pra que o hei negar? Tamén eu me metía nesas algunha que outra vece. Pro esta vegada non foi eisí. Non foi, porque dende o comenzo da outra somana, así Deus me dea como tiña mentes de facer as paces coa miña… boeno, coa Raxada, e darlle o xornal cada sábado pra non andar caíndo en tentaciós. A verdade é a verdade. Se cadra, eu non son mellor nin pior que iles, pro niste caso eu tiña mentes de ser deicadiante de outro xeito, ou de portarme de outro xeito, que vén sere o mesmo… Conque pilláronme polas maus e fixéronme dar voltas coíles, e fixéronme rir, e roldabamos todos tres a rir, e da gargallada dos tres saía a voce do Milhomes que cando ri somella unha galiña, que por iso non me gosta rir coíl onde hai xente, porque chama moito a atención. E moitas vegadas, cando andabamos por eí co dálle que tienes, dunha taberna noutra, eu non ría pra que il non ceibase aquel cacarexo de madamiña que todos ollaban pra onde saía e coñeábanse de nós.
*****
— «Sacade a roupa e poñédea a secar. Se vos quedades co ela posta aínda vades a coller unha pulmoeira con tanta auga coma vos caíu enriba». E decindo esto, xa se puso a riparlle a zamarra ó Bocas, que o botou de si dun arrepuxón.
— «Non lle falla razón», engadiu o Pega. «Podedes acomodarvos coma vos dea a gaña, que xa vos dixen que eiquí non entra ninguén».
De alí a pouco o Bocas foi quitando as prendas até quedar en cirolas. Logo deixounas caír tamén e púxose a desamalloar as barazas das botinas; e, ó remate, quedou tan encoiro coma o
pariran.
— «E ti vaste a ispir tamén», dixo con voce de ameaza pra o Milhomes, namentres botaba a roupa de mal modo no lombo da alquitara. Tiña o corpo branco e rexo, coas carnes musgosas apegadas ós ósos, e somellaba moito máis forte que vestido. No peito víaselle unha ferida pouco fonda, coma un arrabuñado, que ía dar ó ombreiro. Púxose a raspiñar o coallo do sangue, pois víase que era ferida nova, co canto da uña até que lle volveu a sangrar. Logo pillou unha pouca de cinza e bismouse co ela meténdoa polos beizos da riscadela, que até arrepiaba verlle facer aquelo sen pestanexar, coma si andivese fozando en carne allea.
— «¿E logo que foi eso, hom?», pergunteille.
— «Son as gracias diste», saltou o Milhomes. «Gústalle meterse, e veleí tes…»
— «¿Vas calar o pico, merdán?», berrou o Bocas índose pra il.
O outro botouse a correr pra agacharse tras dun bocoi, e Xanciño dixo falando pra nós.
A Esmorga é unha novela fácil de ler. A edición de Galaxia de 2010 ten 120 páxinas e a orixinal, por suposto, está en galego sen normativizar.

Pedro Páramo. Juan Rulfo [es]
Encaro esta reseña con algo de prevención porque para mí es una de las mejores novelas, si no la mejor, que he leído. Acabada por Juan Rulfo en 1955 y publicada en México por el FEC es un referente de la literatura hispanoamericana.
Ya comentamos otra de sus obras: El Llano en llamas. Juan Rulfo no fue un autor muy prolífico, básicamente es la colección de cuentos y Pedro Páramo lo que sustancia la producción del escritor, aunque también hay una novela corta; pero solamente esto le llega al autor mexicano para ocupar un lugar de honor en la narrativa mundial e inaugurar el llamado boom latinoamericano y acabar con la literatura revolucionaria. Mi opinión no tiene ninguna autoridad, pero Borges y García Márquez consideran esta novela que nos ocupa una de las mejores de la literatura universal.
El estilo narrativo de Rulfo se caracteriza por vocablos populares, vulgarismos, interrupciones, desorden cronológico, analepsis y una poesía latente y oscura. El lector llegará un momento en que se despiste a causa del narrador y se pregunte si está hablando Pedro Páramo o Juan Preciado.
Pedro Páramo crece rodeado de muerte y desolación. Es un cacique local al que pertenecen las tierras de La Media Luna. Representa el poder más corrupto, brutal y la violencia más atroz. Es retratado como un personaje malvado, enamorado de Susana San Juan, amor de su juventud. Para conseguir ese amor mata al padre de la chica. Sin embargo, Susana está desequilibrada, y la falta de sosiego de su alma la aparta definitivamente de Pedro Páramo.
Juan Preciado es hijo de Pedro Páramo y Dolores Preciado. Acude al pueblo de Comala para cumplir la última voluntad de su madre de exigir cuentas a su padre. En este viaje se esperanza en encontrar el lugar al que pertenece, pero esta ilusión se ve frustrada porque su padre ya había muerto, y Comala es ahora un pueblo fantasma.
La iglesia mexicana está representada por el padre Rentería. Ser despreciable que encarna la corrupción y que se pone del lado de los ricos olvidándose de los pobres. El padre Rentería, acepta el soborno de Pedro Páramo para que interceda por su hijo Miguel muerto, otro ser despreciable, pero esto le provoca un conflicto moral, le puede el sentimiento de culpa porque toma conciencia de que sus servicios como sacerdote solo los presta a los ricos.
La novela tiene cierta complejidad y puede no enganchar a la primera e, incluso, puede haber algún lector que, debido, al cambio de narrador, sobre todo, no perciba el estatus real de los personajes y sus líneas del tiempo se solapen y produzcan confusión. Aquí, el realismo mágico alcanza una gran perfección.
Pedro Páramo narra una historia de desasosiego, de vivos y muertos todos muertos, de violencia y maldad. La obra es muy “mexicana”, por así decirlo, aunque las conductas humanas exhibidas por los personajes tienen una gran “universalidad”.
Hay unos ejes sobre los que gira la historia, algunos ya presentes en los relatos de El Llano en llamas:
Ecos y fantasmas, populismo, revolución, caciquismo, corrupción, tiranía, trascendencia, olvido, viaje del héroe y su búsqueda, simbolismo, tradición…
Es de destacar, además de la flora, la abundante presencia de animales en la obra: “el trote rebotado de los burros”, “había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran”, “Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen”, “espantando con sus pasos a los perros que husmeaban en las basuras”, “Está en mitad del campo mirando pasar las parvadas de los tordos”, “Un zopilote solitario se mecía en el cielo”, “Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío, haciendo cuar, cuar, cuar” y más. Muchos de estos recursos añaden misterio y oscuridad y son hábilmente utilizados por Rulfo.
Los que hayáis leído la novela o penséis leerla comprobaréis que la mención de los perros no es gratuita, pues su aullido está relacionado con la muerte y esta, en la novela, es un elemento central (no quiero destripar nada). En algunas de las reimpresiones de Pedro Páramo aparecen los perros macabros y huesudos. He decidido ilustrar esta breve reseña con un perro esquelético y una lápida, algo tan simbólico como evidente.
Un fragmento de la obra:
“Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser; porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande, donde bien podía caber el dedo del corazón.
Es el mismo que traigo aquí, pensando que podría dar buen resultado para que mi padre me reconociera.
-Mire usted -me dice el arriero, deteniéndose- ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puerco? Pues detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe haber pasado lo mismo, ¿no?
-No me acuerdo.
-¡Váyase mucho al carajo!”.

La conjura de los necios. John Kennedy Toole [es]
Cuando en el mundo aparece un verdadero
genio, puede identificársele por este signo:
todos los necios se conjuran contra él.
Johnathan Swift
Ignatius Reilly, el protagonista de esta novela, es un tipo raro, una especie de Don Quijote con sobrepeso que ha cambiado La Mancha por Nueva Orleans.
El autor es John Kennedy Toole, alguien que se suicidaría antes de ver su novela publicada, algo que sucedería bastantes años después gracias al empeño de su madre. Toole crea un personaje que es, al mismo tiempo, zampabollos, gorrón, vanidoso, intelectual, amigo de filias y de fobias, pantagruélico y con problemas gastrointestinales. Estos problemas se centran en la válvula pilórica, que se le cierra periódicamente como reacción a la ausencia de una geometría y una teología adecuadas. Es solo una excusa para que lo dejen en paz. Creo que, la mayoría de nosotros, hemos conocido a muchos propietarios de válvulas pilóricas que se cierran convenientemente.
La novela se caracteriza por su original estilo narrativo, que aúna elementos de la comedia y la tragedia. Toole, a través del personaje principal, examina temas como la alienación, la locura y la lucha contra la conformidad e, incluso, la vuelta a valores tradicionales (medievales). La obra tiene una gran profundidad psicológica y una gran capacidad para retratar las desdichas humanas de manera realista y, a veces, descacharrante.
Le hacen el coro a Ignatius unos personajes muy delimitados y con mucha personalidad:
Su peculiar amiga, Myrna Minkoff, la cual tiene una visión del mundo del todo distinta. Así, dispersas a lo largo de la novela, en diversas cartas se manifiesta una tensa relación de amor/odio. En el afán de Ignatius está el impresionarla.
La señora Reilly. Es la madre viuda de Ignatius. Quiere a su hijo, pero se queja de que después de todo el dinero que ha gastado en su educación, él no ha logrado hacerse camino en la vida. Irene Reilly es una mujer bien intencionada pero que se pone nerviosa con facilidad y peca de superficial. Bebe demasiado y tiene una relación obsesiva con su hijo, al que controla, mima y malcría continuamente. La novela deja traslucir que la señora Reilly es alcohólica (guarda una botella de vino en el horno). Irene permite que Ignatius dependa de ella económicamente, aunque, en otros momentos, le reprocha no haber logrado independencia.
El patrullero Mancuso es un agente de policía bastante inepto a quien su sargento lo castiga a llevar un traje distinto cada día y lo amenaza con echarlo del cuerpo si no arresta a algún sospechoso. Es esposo y padre de tres hijos, pero serio e inexperto. Intenta arrestar a Ignatius al comienzo de la novela.
Claude Robichaux es un viejo compasivo que se enamora de la señora Reilly después de verla defender a su hijo, a las puertas de una tienda cuando el patrullero Mancuso intenta arrestar a Ignatius. Es un abuelo y ciudadano respetable que entabla una relación romántica con la señora Reilly. Su intento de defender a Ignatius del arresto injusto por parte de Mancuso al comienzo de la novela deriva en su propio arresto, después de ser acusado por Ignatius.
Hay otros personajes bien caracterizados que no voy a reseñar para no hacer muy larga esta recensión.
La conjura de los necios es una disparatada, acre e inteligentísima novela. Su protagonista es una imagen esperpéntica de la frustración y del desencanto. Es, como dije, un quijote en Nueva Orleans, que aquí más bien semeja una ciudad portuaria mediterránea que una ciudad estadounidense. La novela es radicalmente divertida y ácida a la vez. La carcajada se escapa a borbotones por las rendijas de la trama en situaciones desproporcionadas y grotescas. Si Don Quijote se vistió de caballero andante, Ignatius se viste de pirata para vender salchichas y predica valores medievales, estoicismo y teología. ¡Absurdo!
Mientras Ignatius consideraba el placer que aquel pequeño juego de béisbol proporcionaba a la humanidad, los dos ojos tristes y ávidos avanzaron hacia él entre la multitud como torpedos dirigidos a un petrolero grande y lanudo. El policía dio un tirón a la bolsa de papel de partituras de Ignatius.
—¿Tiene usted algún documento de identificación, señor? —preguntó el policía, en un tono de voz que indicaba que tenía la esperanza de que Ignatius fuese oficialmente inidentificable.
—¿Qué? —Ignatius bajó la vista hacia la enseña de la gorra azul—. ¿Quién es usted?
—Enséñeme su carnet de conducir.
—Yo no conduzco. ¿Sería usted tan amable de largarse? Estoy esperando a mi madre.
—¿Qué es lo que cuelga de esa bolsa?
—¿Qué cree usted que va a ser, imbécil? Una cuerda para mi laúd.
—¿Qué es eso? —el policía retrocedió un poco—. ¿Es usted de la ciudad?
—¿Acaso la tarea del departamento de policía es acosarme a mí cuando esta ciudad es la desvergonzada capital del vicio del mundo civilizado? —atronó Ignatius, por encima del gentío que había frente a los grandes almacenes—. Esta ciudad es famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, por la gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas… gentes todas que viven en la impunidad mediante sobornos. Si tiene usted un momento, estoy dispuesto a discutir con usted el problema de la delincuencia; pero no cometa el error de fastidiarme a mí.
El policía agarró a Ignatius por el brazo, pero fue agredido en la gorra con las partituras musicales. La cuerda colgante del laúd le dio en la oreja.
—Eh —protestó el policía.
—¡Toma eso! —gritó Ignatius, percibiendo que estaba empezando a formarse un círculo de compradores interesados.
Para mí, es una obra maestra que no ha sido suficientemente valorada. Recomiendo su lectura sin la menor duda. Yo leí la edición de Anagrama de 368 páginas.

Tabacaria. Álvaro de Campos [es] [pt]
De vez en cuando la prosa de esta sección se interrumpirá por algún poema o poemario. Para inaugurar esta contingencia nada mejor que Tabacaria de Álvaro de Campos (uno de los heterónimos de Fernando Pessoa). Yo lo traduzco por Tienda de tabacos o, simplemente, Estanco, lo de Tabaquería no me acaba de llenar.
Recuerdo que cuando leí estos versos por primera vez supe que estaba ante un poeta único. Tengo en mi modesta biblioteca unos doce o catorce libros de Pessoa, la mayoría en portugués; me gusta leerlo en su idioma original.
(Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!
Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes!
Mas eu penso e, ao tirar o papel de prata, que é de folha de estanho,
deito tudo para o chão, como tenho deitado a vida.)
***
(Come chocolates, muchacha,
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que confitería.
¡Come, sucia muchacha, come!
¡Si yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes!
Pero yo pienso y al arrancar el papel de plata, que es de estaño,
tiro todo al suelo, como tengo tirada mi vida)
Aquí es Álvaro de Campos quien escribe, pero con el tiempo me fui dando cuenta que los heterónimos no son los álter ego de Pessoa, tampoco sus pseudónimos. Son sus vidas paralelas con encuentros y desencuentros, con sus sosiegos y desasosiegos. Pessoa adjudica una vida real a cada uno de sus heterónimos. Así Alvaro de Campos, nació el 15 de octubre en Tavira, en el Algarve. Ingeniero de profesión, estudió la carrera de ingeniería naval en Glasgow. Pero la ingeniería de Campos es una ineniería metafísica, es un hombre alto y cosmopolita, que ha estudiado en Escocia y que usa monóculo.
¿Cómo no embelesarse bajo la influencia de Tabacaria? Ha pasado mucho tiempo desde que lo leí por primera vez. Desde entonces lo he leído muchas veces, pero cada lectura me trae nuevos descubrimientos. Quiénes somos, hacia dónde vamos, nuestra pequeñez en el mundo, el desasosiego de las preguntas sin respuesta… La metafísica del chocolate, la religión y lo indescifrable resulta ser lo más vulgar y prosaico. Lo que parece un momento optimista dentro del pesimismo del poema (la envidia del autor ante la niña comiendo chocolate) deriva en un fracaso al comprobar que el papel de plata es una hoja de estaño que tira al suelo, donde está, también, la vida del poeta.
Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
***
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Todo lo que está fuera, al otro lado de la ventana es desconocido, un misterio. Pero, también hay asombro cuando mira la gente cruzar la calle. La ventana no solamente separa al que mira del mundo exterior, también es un observatorio que mira hacia adentro y descubre que hay una ventana igual de brumosa com o mistério das coisas por baixo das pedras e dos seres/ com a morte a pôr umidade nas paredes e cabelos brancos nos homens.
Álvaro de Campos confiesa su fracaso:
Falhei em tudo.
Como não fiz propósito nenhum, talvez tudo fosse nada.
A aprendizagem que me deram,
desci dela pela janela das traseiras da casa.
Fui até ao campo com grandes propósitos.
Mas lá encontrei só ervas e árvores,
e quando havia gente era igual à outra.
Saio da janela, sento-me numa cadeira. Em que hei de pensar?
***
Fracasé en todo.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
lo eché por la ventana del patio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
encontré sólo hierbas y árboles
y la gente que había era igual a la otra.
Dejo la ventana y me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
Salir de casa, ir al campo y solo encontrar hierbas y árboles y cuando encuentras gente resulta que es igual que el resto. El poeta está demasiado lúcido y, tal vez, con un exceso de conciencia, lo que le hace ver la felicidad como una hipótesis imposible.
O homem saiu da Tabacaria (metendo troco na algibeira das calças?).
Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica.
(O Dono da Tabacaria chegou à porta.)
Como por um instinto divino o Esteves voltou-se e viu-me.
Acenou-me adeus, gritei-lhe Adeus ó Esteves! e o universo
reconstruiu-se-me sem ideal nem esperança, e o Dono da Tabacaria sorriu.
***
El hombre salió del estanco (¿guardando el cambio en el bolsillo del
pantalón?).
Ah, lo conozco, es Esteves, que ignora la metafísica.
(El dueño del estanco aparece en la puerta).
Movido por un instinto adivinatorio, Esteves se vuelve y me reconoce;
me saluda con la mano y yo le grito ¡Adiós, Esteves! y el universo
se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza
y el dueño del estanco sonrió.
El poema sigue y nos muestra la degradación a la que se somete a sí mismo cuando ve el mundo a través de una ventana. Es Álvaro de Campos un poeta nada bucólico, como sería Alberto Caeiro (guardián de rebaños). Es alguien que se decepciona ante la vida y está lleno de un subjetivismo absurdo. Se afana en escribir sobre las sensaciones y en percibir y expresar las emociones de todas las maneras de que es capaz. Tengo que reconocer que su pesimismo me influyó poderosamente a la hora de escribir.
Como diría el propio Álvaro de Campos:
Mas ao menos fica da amargura do que nunca serei.
A caligrafia rápida destes versos,
Pórtico partido para o Impossível.
***
Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré.
La caligrafía rápida de estos versos,
pórtico roto a lo imposible.

La península de las casas vacías. David Uclés [es]
Cuando inauguré esta sección del blog, mi idea era, y sigue siendo, circunscribirme a la literatura contemporánea, pero no actual (espero que se sepa diferenciar el matiz). Sin embargo voy a hacer una excepción, que espero no volver a repetir. El motivo de esta distinción es que tuve la ocasión de escuchar al autor en un club de lectura, de leer posteriormente su obra y de comprobar que esta es el éxito del momento.
La península de las casas vacías es una creación muy peculiar de David Uclés. Un servidor se adentró en la narrativa de la llamada Guerra Civil con Alfileres en los ojos de los jilgueros (Elvo Editorial), para lo que estuve más de un año dedicado a documentarme sobre ese lamentable suceso antes de empezar a escribir la novela, que me llevaría otro año. El autor de La península de las casas vacías estuvo mucho más tiempo (quince años escribiendo y reescribiendo), pero con el afán de unir realismo mágico con lo onírico y hasta con lo absurdo para contar el peregrinar de la familia Ardolento por una Iberia azotada por la guerra civil (Ardolento o Arlodento, según el funcionario de turno que registrase el apellido). Estos eran originarios del pueblo jienense de Jándula (trasunto de Quesada).
Creo que el autor busca, conscientemente, alejarse de la realidad histórica y de los hechos documentados. El narrador, sin embargo, interviene de forma activa al contar las andaduras de Odisto Ardolento (chocante filiación), su mujer, María, y los siete hijos que acaban dispersándose por toda la Península a consecuencia del devenir de la guerra y, además, anticipa el cruel destino de los miembros de la saga.
La filiación política del patriarca de la familia protagonista no es ni de izquierdas ni de derechas, sino de campo; una manera de decir que sería un damnificado por la gracia del destino, sin comerlo ni beberlo.
A pesar de la crudeza de los hechos, Uclés introduce momentos y situaciones tan absurdas que nos hace rendirnos ante su gran imaginación: perdices azuladas que criarlas era algo precioso porque las soltaban y volaban alto pero luego volvían al atardecer; que si curaban varias enfermedades, como la erisipela, para lo cual solo había que frotarse el buche de la perdiz por la cara; que si los zureos en noches de luna nueva eran más agudos que en luna llena, que los estorninos se llenaban de agua y reventaban, que había lluvia de garbanzos, que un soldado se rajaba la piel para dejar salir la ceniza acumulada, que un poeta cosía la sombra de una niña tras un bombardeo o la invasión en los meses de verano de inusuales y premonitorias acelgas (“Desde hacía tres meses, muchos fueron los janduleses que confesaban haber visto crecer brotes ubérrimos de acelgas, pero hasta entonces solo habían sido rumores. La confirmación llegó a todo el pueblo aquel mismo amanecer. En Jándula, que aquella planta creciera con fuerza y a una velocidad impropia era señal de que una guerra había comenzado, más aun si el crecimiento tenía lugar en los únicos meses del año en los que no crecían matas de acelgas”).
Se muestra el fragor de las grandes batallas por todos conocido o las tan deleznables masacres de Badajoz o Málaga. En estos momentos, el autor abandona el realismo mágico y se vuelve más documentalista. Sin embargo, creo que la aniquilación y exterminio de La Desbandá queda un poco diluido, claro está que mi sensibilidad con este episodio se encontró siempre en un grado hiperexcitado y mi óptica puede estar sesgada, o no.
En algún momento de la novela aflora con gran fuerza la desdoctrinación. Odisto debe abandonar su pueblo porque el miliciano que manda allí y que lleva a gala su papel de exterminador de ricos, lo ha amenazado de muerte. El campesino desideologizado, apolítico, hombre de campo sin grandes propiedades, aconseja a sus hijos no hacer caso de la política y tratará de mantener una postura neutral durante su errabundo itinerario por Iberia. Alguien le dice: “Usted es el hombre más fuerte de todo este libro y resulta un buen ejemplo del campesino que todo lo sabe y aguanta”. Esto nos recuerda a los que nacimos más allá de la posguerra y sufrimos el franquismo cuando recibimos el consejo de nuestra madre: “Hijo, tú no te metas en política”.
¿Cómo se retrata a Franco? Pues como se merece. El autor se atreve a citarse con el mismísimo Caudillo en su papel de narrador.
“Francisco Franco Bahamonde acudió a Toledo, que según el cardenal Gomá había vivido dos meses sin alma, al día siguiente de la liberación del alcázar. Se sentía radiante, feliz por haber logrado una victoria tan simbólica y por el baño de masas que se estaba dando. Aconsejado por su cuñado, que sabía mucho de propaganda, decidió tomarse una foto junto a las ruinas, pero a punto de posar para la instantánea, recibió un telegrama urgente que hizo que tuviera que abandonar el lugar ipso facto.
El apremiante y extemporáneo telegrama decía lo siguiente: Soy el narrador de esta historia. Estaré toda la noche delante del Conde de Orgaz. Le estaré esperando, por si quiere venir y conversar conmigo…
…El militar entró de rondón y algo colérico en el templo, por la puerta posterior, donde precisamente estaba la pintura.
Ya dentro, cerraron a cal y canto y vigilaron todas las salidas. En la antesala de la nave principal, delante de la enorme pintura de El entierro del conde de Orgaz y de rodillas en un reclinatorio, yo lo estaba esperando…
Ni siquiera hizo por mirarme. ¿No tendría curiosidad por saber a quién me parecía? El orgullo le pudo más que la curiosidad. Tampoco se dirigió a mí, así que fui yo quien rompió…”
¿Qué nos aporta esta obra? Pues depende. Depende de los que se acerquen a la novela sin ningún interés por la Historia, de los que consideren un sacrilegio impregnar de realismo mágico y fantasía absurda estos lamentables hechos o de los que estén abiertos a un enfoque inédito de estos episodios. Sea de una forma o de otra, sepan que lo emocional siempre eclipsará a lo documental.
Yo nunca me habría atrevido a este audaz e industrioso proyecto que podría haber derivado en un resultado deslucido y poco comprendido por el lector, sin embargo, David Uclés nos ofrece una novela que tendrá un hueco extraordinario y duradero en las estanterías de bibliotecas y lectores.
El libro tiene unas setecientas páginas y ha sido editado por Editorial Siruela.

Rayuela. Julio Cortázar [es]
Tengo que empezar siendo sincero. Yo no le recomendaría este libro a cualquiera. No se acerca al galimatías de Ulises de Joyce, alabado exponente de la vanguardia modernista y donde la prosa tradicional no aparece por ningún sitio y se adopta un hiperbólico y enrevesado enfoque experimental de la escritura. Pero es un libro críptico lleno de continuas referencias culturales que llega a convertirse en un infodumping exagerado y, por otra parte, también hay un exceso de metaliteratura. Para los que hayan leído los relatos de Cortázar les dará una pista el hecho de que Rayuela es otra cosa.
En la novela se mezcla la poesía, el cuento, el teatro y el propio género narrativo. Entender la intención del autor a lo largo de todo el libro es una tarea titánica, basta decir que hay un capítulo, el sesenta y ocho, escrito en glíglico plagado de jitanjáforas y cuyo resultado es bastante incomprensible. Un ejemplo:
“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia”.
Es una novela para amarla o para odiarla. Hasta el orden de lectura de los capítulos es opcional. Es un juego, como el propio título. Yo diría que es una novela inclasificable. Quizás es lo que pretendía Cortázar.
Hablemos de los personajes. La Maga, personaje según parece, inspirado en la escritora argentina Edith Aron, es una mujer humillada en la obra casi hasta lo caricaturesco por su extremada inocencia y por no estar a la altura intelectual de su protagonista masculino, algo por lo que muchos lectores consideran que este personaje ha sido creado desde una perspectiva bastante machista. La Maga, en Rayuela, es una joven uruguaya que tiene un hijo y ninguna inquietud intelectual. Cuando Cortázar conoció a la escritora argentina le dijo: Quiero escribir un libro mágico. Ese libro fue Rayuela y, según confesó después a su editor y a la propia Edith por carta, ella le inspiró el personaje de La Maga.
El personaje masculino principal de Rayuela, Horacio Oliveira, es un argentino de cuarenta y cinco años y que dice saber mucho de todo y se burla de La Maga con absoluta naturalidad porque es incapaz de participar en las discusiones literarias y tan sesudas del Club de la Serpiente. Es un hombre en crisis existencial, un intelectual en exceso analítico, que encuentra su oposición en La Maga, pura existencia, expresión vivencial sin mediaciones culturales. Ella es ignorante, espontánea, incapaz de un pensamiento elaborado. Por sus convenciones, La Maga es una criatura ingenua, sin dobleces e intuitiva. Se la presenta subyugada a Horacio.
Resumiendo mucho, la novela muestra una dualidad intuición-razón. El final es ambiguo, no se sabe con certeza si Horacio se suicida. En 1962, Julio Cortázar publicó Historias de cronopios y de famas. En ella nos habla de los cronopios, que son descritos como seres soñadores, románticos y un tanto idealistas y caóticos. Los famas, que son seres organizados, metódicos y racionales. Introduce también a los esperanzas, que representan una mezcla de las características de los cronopios y los famas. Sin embargo, en Rayuela, la dualidad es manifiesta como lo son las características de Don Quijote y Sancho Panza.
“—Esta chica lo dejaría verde a Santo Tomás —dijo Oliveira.
—¿Por qué Santo Tomás? —dijo la Maga—. ¿Ese idiota que quería ver para creer?
—Sí, querida —dijo Oliveira, pensando que en el fondo la Maga había embocado el verdadero santo. Feliz de ella que podía creer sin ver, que formaba cuerpo con la duración, el continuo de la vida. Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que…”
En 1963, Rayuela significó algo distinto debido a su innovación y a la novedad de la invitación a leerla en un orden de capítulos distinto al habitual. Además de su innovadora forma, la novela aborda temas complicados y oscuros como la búsqueda de identidad, el amor, la soledad y el sentido de la existencia. Rayuela no solo hace referencia al juego infantil (en el que se va saltando de casilla en casilla a voluntad, como el orden de lectura de los capítulos de la obra), sino que también encierra la esencia de la novela que es vista como un lugar de exploración, donde el lector se convierte en colaborador activo para atribuirle significado a la historia que se narra. La obra tuvo y tiene un gran impacto en la literatura contemporánea y, sobre todo, hispanoamericana.
Para acabar, ¿recomiendo la lectura de Rayuela? Sí. ¿A todos los lectores? No.

El Llano en llamas. Juan Rulfo [es]
Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos.
Corrido popular.
Queramos confesarlo o no, todos tenemos nuestras filias y nuestras fobias y Juan Rulfo, lo confieso, es una de mis debilidades. El Llano en llamas anticipa, me parece, por su clima, contexto y estilo Pedro Páramo, una de las mejores novelas que he leído.
A quien siga a Juan Rulfo el poblado de Comala, ubicado en el estado de Colima, México, le dirá todo. También es el escenario de la novela Pedro Páramo, publicada unos años después de El Llano en llamas. Es en su paisaje, siempre seco y árido, en el que vive gente huraña y miserable, aquella que representa a los campesinos mexicanos que malviven sin esperanza, tras el fracaso de la esperada revolución mexicana. Este paisaje, con su flora y su fauna, tiene mucho protagonismo en todos los relatos, dieciséis más, que junto con este componen el conjunto del mismo título.
Cuenta las aventuras de un guerrillero durante algún conflicto armado, alguno de la Revolución Mexicana, con más probabilidad, o de la Guerra Cristera. Como mucha de la prosa de Rulfo está llena de un vocabulario que solo tiene sentido para los mejicanos, pero es fácil de aprehender gracias al contexto. Rulfo emplea una variedad de registros y tonos con los que afronta la imperante violencia, ingrediente principalísimo. Es el reflejo de una realidad brutal, pero chocantemente bella.
Todos los cuentos destilan desesperanza y dejan traslucir el fracaso ineludible de la lucha de los campesinos. La Perra y sus hijos, los Joseses, son personajes fracasados, unos personajes rulfianos prototípicos. El relato, en primera persona, rezuma decepción y naufragio: Para decir mejor las cosas, ya teníamos algún tiempo sin pelear, sólo de andar huyendo el bulto; por eso resolvimos remontarnos los pocos que quedamos, echándonos al cerro para escondernos de la persecución. Y acabamos por ser unos grupitos tan ralos que ya nadie nos tenía miedo.
Arden los ranchos y el Llano, pero no es un fuego purificador. Es la desesperanza y la muerte bajo las ráfagas de las ametralladoras.

El rastro de tu sangre en la nieve. Gabriel García Márquez [es]
Es la primera vez que hago esto. Siento la necesidad de hacerlo. Voy a escribir unas reflexiones sobre El rastro de tu sangre en la nieve, un relato de Gabriel García Márquez.
Los personajes principales son Billy Sánchez de Ávila y Nena Daconte (el dúo musical de este nombre hace honor a este último personaje). El relato forma parte del compendio Doce cuentos peregrinos, reunidos durante dieciocho años.
Dos jóvenes colombianos se enamoran y después de tres meses se casan y van de luna de miel a París. En el trayecto, Nena se pincha en un dedo con una espina de las rosas que le regala el embajador de Colombia en España. La herida no deja de sangrar y al llegar a París la chica tiene que ser internada en un oscuro y estricto hospital, donde Billy no puede acompañarla. La ingenuidad de la protagonista se pone de manifiesto cuando al pincharse, le dice a su pareja: Lo hice adrede para que se fijaran en mi anillo.
En el relato hay pasión en el amor, fragilidad en los personajes y falta de comunicación provocada por un país e idioma extraños. También hay un trasfondo social latente inducido por las diferencias de clase. Podemos decir que hay una mezcla de amor, tragedia y crítica social. También se puede afirmar que hay presencia de elementos del realismo mágico, imágenes surrealistas y formas propias del misterio, de la soledad y del sufrimiento.
El relato no sigue una estructura cronológica y hay un flashback que desemboca en el momento más trágico. García Márquez aprovecha un hecho contingente como pincharse con la espina de una rosa hasta convertir esta eventualidad en el elemento principal de la trama y en el recurso propicio para mostrar el amor entre Billy Sánchez, un gamberro adinerado, y Nena Daconte, una chica refinada. Este amor trágico muestra la vulnerabilidad de la protagonista y el abandono de su joven marido en una ciudad donde se sentía extraño y debilitado por la incertidumbre.
